Adquisicion de el conocimiento

Justificacion
Uno de los problemas centrales de la teoría del conocimiento es el problema de la justificación, la determinación de en qué circunstancias una creencia —es decir, un determinado juicio o proposición a la que asentimos— puede llamarse realmente conocimiento. El planteamiento clásico de esta cuestión se encuentra en un diálogo platónico, el Teeteto, donde Sócrates defiende que el término "conocimiento" debe restringirse a las creencias verdaderas y justificadas, al mismo tiempo que rechaza que la sensación pura y simple pueda ser identificada con el conocimiento. De acuerdo a esta definición, no basta con afirmar algo verdadero para considerar que eso constituye conocimiento; las razones por las cuales se afirma deben ser fundadas y suficientes. Cuando no se dispone de una justificación semejante, se habla de fe, opinión o convicción, pero no de conocimiento en sentido estricto.
Por su parte, la exigencia de que sólo puede considerarse que es conocimiento un conjunto de proposiciones estrictamente verdaderas (demostrables), ha sido cuestionado. En su Lógica de la investigación científica, Karl Popper propuso el falibilismo, según el cual incluso la mejor clase de ciencia empírica es falible. Una posición semejante puede rastrearse ya en René Descartes.
Si partiendo de la llamada "definición platónica" se acepta el punto de vista falibilista, se llega a la idea de que el concepto que designa la característica central del conocimiento (y la ciencia), es el de la (adecuada) justificación o prueba. Esta idea ha sido defendida por el filósofo mexicano Luis Villoro, en su obra Creer, saber, conocer (caps. 7 y 8).

 

justificacion a priori y posteriori  

Otra distinción importante entre tipos de conocimiento es entre conocimiento a priori y conocimiento a posteriori. El conocimiento a priori es aquel cuya justificación, en algún sentido relevante, es independientes de la experiencia.5 Inversamente, el conocimiento a posteriori es aquel cuya justificación, en algún sentido relevante, depende de la experiencia.
Considérese la proposición "ningún soltero es casado". Parece razonable afirmar que todo el mundo sabe que eso es cierto. Incluso diríamos que es obvio. ¿De dónde proviene la justificación para ese conocimiento? Está claro que no viene de haber preguntado a cada soltero si es casado. Más bien, parece que basta con comprender el significado de los términos involucrados, para convencerse de que la proposición es verdadera. Esta proposición es un ejemplo de lo que se llama una proposición analítica, es decir una proposición cuya verdad descansa sobre el significado de los términos involucrados, y no sobre cómo sea el mundo. Otros ejemplos de proposiciones analíticas podrían ser: "todas las nubes son nubes", "si llueve, entonces llueve" y "esta manzana es roja o no lo es". Al parecer, cuando se trata de proposiciones analíticas, nuestra justificación para creer en ellas es a priori. Esto no quiere decir, por supuesto, que nuestro conocimiento de su verdad sea completamente independiente de la experiencia, pues el significado de cada término se aprende empíricamente. Pero una vez entendidos los términos, la justificación de la verdad de las proposiciones, al parecer, no depende de la experiencia (es decir, de cómo sea el mundo).
Considérese en cambio la proposición "no todos los cisnes son blancos". Si alguien afirma que sabe que esa proposición es cierta, entonces para justificarla, tendrá que recurrir a la experiencia. Es decir, tendrá que mostrar algún cisne que no sea blanco, pues con el significado de los términos mismos parece que no basta para decidir si es verdadera o falsa.
Existen otros candidatos a conocimiento a priori, cuya justificación a priori no estriba en que la proposición sea analítica. Por ejemplo, la famosa frase de Descartes, pienso, luego existo, pretende mostrar que para que alguien sepa que existe, no necesita recurrir a la experiencia, sino que basta con pensar acerca de ello para convencerse. Otro candidato importante es el conocimiento de Dios. Losargumentos ontológicos pretenden mostrar, sin recurrir a la experiencia, que Dios existe.


El problema de la inducción


Uno de los problemas más clásicos e importantes de la justificación a posteriori es el problema de la inducción. Se trata de un problema muy amplio y con muchas ramificaciones. Sin embargo, el siguiente argumento puede servir para ilustrar el nudo de la cuestión:
1.    Todos los cuervos observados hasta el presente han sido negros.
2.    Luego, todos los cuervos son negros.
Este es un caso de un razonamiento inductivo. Existen otros varios tipos de razonamientos inductivos, pero quizás este sea uno de los más clásicos. Un razonamiento inductivo se distingue de un razonamiento deductivo en que la verdad de las premisas no garantiza la verdad de la conclusión. En principio, podría ser que el próximo cuervo que se observe no sea negro. Por otra parte, los razonamientos inductivos tienen la ventaja de ser ampliativos, es decir que la conclusión contiene más información de la que hay contenida en las premisas. Dada su naturaleza ampliativa, los razonamientos inductivos son muy útiles y frecuentes en la ciencia y en la vida cotidiana. Sin embargo, dada su naturaleza falible, su justificación resulta problemática. ¿Cuándo estamos justificados en realizar una inferencia inductiva, y concluir, por ejemplo, que todos los cuervos son negros a partir de una muestra limitada de ellos? ¿Qué distingue a un buen argumento inductivo de uno malo? Estos y otros problemas relacionados dan lugar al problema de la inducción, cuya vigencia e importancia continúa desde hace siglos.

 

El problema de la deducción


Este problema presenta un desafío a varios tipos de justificación a priori. Supóngase que la proposición "la vida extraterrestre existe o no existe" está justificada a priori. No se necesita recorrer el universo para saber que esa proposición es verdadera. Sin embargo, según las técnicas estándar de la lógica contemporánea, si se quiere demostrar la verdad de esa proposición, se debe demostrar que bajo cualquier interpretación de las partes de la proposición, la proposición completa resulta verdadera. Sin embargo, este proceso de demostración supone, necesariamente, la validez de al menos una regla de inferencia, generalmente el modus ponens. Pero para demostrar la validez del modus ponens, es necesario recurrir al modus ponens, o a reglas de inferencia cuya validez se demuestra por medio del modus ponens. Luego, parece imposible dar una justificación última de la verdad de la proposición. Este mismo problema se extiende a varios tipos de proposiciones supuestamente justificadas a priori, y constituye un desafío para los proponentes de dicha justificación.
Como Susan Haack mostró en un artículo de 1976, el problema de la justificación de la deducción es en muchos sentidos análogo alproblema de la inducción.





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